Que no proyecta sombra,
Un poeta maduro
A quien ya nadie nombra,
Hizo este libro, amada,
Para vaciar en él
Como turbia oleada
De lágrimas y hiel.
Humilde florilegio,
Pobre ramo de rimas,
Su solo privilegio
Es que acaso lo animas
Tú, con tu santo soplo
De amor y de ternura,
Desde el astro en que estás.
¡Un dolor infinito
Labró en él con su escoplo
Tu divina escultura,
Como un recio granito,
Para siempre jamás!
Amado Nervo
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